

En 1792 los vientos libertarios se tornaron en huracanes y vieron nacer entre sus remolinos de sangre, leyes y principios, la Primera República Francesa. Ella se encargará en 1793 de fundar el "Musée du Louvre" para que el arte sea patrimonio de todos los ciudadanos del mundo. La necesidad de socializar el disfrute del arte y de la ciencia, era una forma de elevar el conocimiento de las masas y su cultura política y social. Los académicos franceses recogieron y aplicaron así los criterios del humanismo renacentista italiano. Entre ellos, los pensamientos de Leonardo da Vinci, quien decía "el arte es ciencia y la verdadera ciencia es arte".Así que desde aquellos tiempos los museos se convirtieron en templos del arte universal que debían estar abiertos a todos los públicos, sin distinciones económicas o aristocráticas, de razas o de géneros. Esta lucha la dieron con fuerza los Ilustrados, pues conocían que desde la antigüedad el conocimiento y el arte era un privilegio de los poderosos o sus protegidos.

En la Antigua Grecia existía una colina designada sólo a las musas, la llamaban Museo y entre los egipcios, desde los tiempos de Ptolomeo, se designaba con este mismo nombre una parte muy exclusiva de la biblioteca de Alejandría a la cual sólo tenían acceso los sabios. En 1523, el fundador del Estado Nacional Sueco, Gustavo I Vasa, decía con franqueza a sus amigos más íntimos que el arte era una manifestación del poder real. Esta expresión de dominio se proyectó siglo tras siglo, aunque desde tiempo atrás la historia ya conocía los secretos de reyes, príncipes y jerarcas de la Iglesia, quienes desde el 1400 acostumbran a tener en sus aposentos, castillos y catedrales, valiosas obras de arte. Su riqueza y goce exclusivo los convirtió en mecenas de los más destacados artistas de la pintura, la escultura y los frescos de su época, pero su goce estético se reducía a la familia imperial y a sus ilustres invitados. Los Médicis y Francisco I, rey de Francia, por ejemplo, brindaron su apoyo al genio italiano de las bellas artes, las ciencias y las armas de guerra Leonardo da Vinci, para quien "todo conocimiento proviene de la percepción", pero la visión de los grandes maestros estaba entonces vedada al vulgo. Igual sucedía con los Papas, quienes vieron no sólo en Da Vinci, sino en Miguel Ángel a sus grandes maestros de cabecera, pero no mostraban sus obras al pueblo por considerarlas paganas.
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